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Imagen de la categoría  Cuento de Adviento 22 - Un manojo de paja
Miércoles, 18. Diciembre 2019
 
 

Un manojo de paja

 

Una vez, María y José tocaron en la puerta de un campesino y pidieron alojamiento para la noche.

Sin embargo, este hombre de mal carácter y de corazón duro, no le gustaba ayudar a los demás, sin que le pagaran por ello.

Y al ver que estas dos personas eran pobres y no tenían con que pagarle, sólo les rentó un rincón en su patio:
Allá, donde resalta el techo, se pueden acostar en el suelo, murmuró de manera poco amable.

¿No tendría usted un manojo de paja para nosotros?, preguntó María tímidamente, para que no tengamos que dormir en el piso duro y frío;
por lo que el campesino la miró furioso; pero luego se calmó y le dijo: Bueno, solamente un manojito, pero ni una pajita más.

Él mismo fue al pajar y del gran montón que allá estaba guardado, cogió unos cuantos tallos entregándoselos a José, y luego les cerró la puerta enfrente de la cara.

José miró con tristeza el montoncito de paja. ¿De qué les iba a servir ese poquito?, pero María lo tomó suavemente con sus manos y empezó a repartir tallo por tallo sobre el piso.

Y milagrosamente alcanzó para hacer un lecho para ambos, y todavía sobró un poco para el burrito. Así, los tres pasaron la noche bastante bien.

Antes de continuar su camino al otro día, María y José se despidieron de su hostil posadero, quien malhumorado los dejó partir.

Cuando más tarde él mismo salió al patio, se dio cuenta de que la paja todavía estaba tirada en el mismo lugar, donde María y José habían pasado la noche.

Se vio un tallo por aquí, otro por allá, que juntado no era más que un manojo.

Ya se iba a molestar porque no la habían recogido antes de salir. Pero en ese momento notó algo extraño: ¡la paja estaba brillando! Y cuando la miró de cerca, era de puro oro.

La levantó y la sopesó en la mano. Luego se golpeó la frente furioso y exclamó:
¡Qué tonto eres!, les hubieras dejado dormir en el pajar, entonces toda tu paja se hubiera convertido en oro.

Pero ya no se podía hacer nada. De todos modos, quería vender caro el oro obtenido. El tacaño campesino lo envolvió en un trapo y se dirigió a la ciudad.

Después de haber buscado mucho, finalmente encontró a un joyero que le ofreció un buen precio.

Contento, de que los pobres le habían dado un buen pago por la posada, desenvolvió el bulto. Pero qué cara puso, y cómo se rio el joyero al ver que todo lo que traía consigo era paja común y corriente.

Por eso, lo único que ganó fue la burla, que duró por mucho más tiempo que el regalo de la Sagrada Familia.

  

 


En las semanas antes de la Navidad, muchas familias acostumbran adornar un "rincón festivo", en el que poco a poco nace aquél paisaje en que María y San José con el burrito están en camino a Belén. En la primera semana de Adviento sólo se extienden en un tela de color café, piedras naturales, y las más bonitas de ellas forman el sendero para la Madre de Dios. En la segunda semana se añaden las plantas (musgo y piñitas o algunas macetas con palmitas); en la tercera semana los animales, en primer término los borregos pastando, y finalmente en la cuarta semana, los hombres (es decir, los pastores cuidando a sus rebaños). Mientras tanto el paisaje crece, se pueden contar las pequeñas narraciones, que por sí mismas en el curso de las cuatro semanas, progresan desde los elementos hacia los reinos de las plantas, de los animales y finalmente al hombre.

La idea de estos cuentos es leerlos entre la familia. También es recomendable usarlos en las escuelas como Calendario de Advierto, que de un cuento al otro, en diario aumento va guiando hacia la Navidad. Para los niños más pequeños se sugiere escoger alguno entre los siete cuentos de la respectiva semana, y repetir éste durante una semana a la hora de la celebración. También los niños pueden representarlo, formando un teatrillo dentro del paisaje.

Al nacer estos pequeños cuentos, surgió en mí la alegría en espera de la Navidad. Sin embargo, no sólo ha despertado ganas de contar fábulas, sino también el deseo de llevar a los niños hacia un hecho que es esperado por todo el mundo. Espero que así cada día más, despierte en ellos el sentido de que la luz de la Navidad esté aumentando, hasta que en la Noche Buena brille en todo su esplendor.

Georg Dreissig

 
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