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30 de Marzo de 2023

Sobre el fallecimiento de Rudolf Steiner

Escrito por Yeccan Waldorf


fallecimiento RS

Rudolf Steiner, fundador de la Antroposofía y la primera escuela Waldorf, murió el 30 de marzo de 1925 en Dornach, Suiza, después de una larga enfermedad. Su fallecimiento tuvo un gran impacto en la comunidad antroposófica y en aquellos que seguían su trabajo.

En este artículo, se hace una descripción cronológica de los eventos relacionados con la muerte de Rudolf Steiner.

La causa de la muerte de Rudolf Steiner también se ha visto envuelta en debates debido a que muchos (entre ellos, su esposa Marie Steiner y la euritmista Ilona Schubert) aseguraban que había sido envenenado durante una reunión el 1º de enero de 1924.

Lo que sí es un hecho, es que hubo un acontecimiento que lo afectó profundamente...

 

El incendio del primer Goetheanum

1er goetheanumPrimer Goetheanum
   

El primer Goetheanum (también conocido como Johannes-Bau), fue un edificio emblemático ubicado en Dornach, Suiza, primer gran proyecto arquitectónico diseñado por Rudolf Steiner. El edificio fue construido principalmente de madera entre 1913 y 1920, y se convirtió en el centro cultural y espiritual para la comunidad antroposófica, lugar de encuentros, cursos y conferencias que atrajo la atención de un público cada vez mayor hacia el movimiento antroposófico. Personalidades que no solo querían tener algo para sí mismos, sino que querían dar, estaban dispuestos a ofrecer sus competencias profesionales y sus especializaciones particulares, y así nacieron las ramas (movimientos afiliados), las llamadas "hijas" de la antroposofía.

Sin embargo, el 31 de diciembre de 1922, luego de que acabara la conferencia La relación del mundo de los astros con el hombre (GA219), poco después de que el último asistente abandonara el Goetheanum, el vigilante nocturno notó humo en el interior del edificio. El Goetheanum estaba en llamas.

El edificio fue destruido en un incendio devastador, lo que supuso una pérdida significativa para la comunidad, especialmente para Rudolf Steiner. 

Además de los aspectos simbólicos y culturales del edificio, también se perdieron numerosas obras de arte y libros que se encontraban en el interior.

El incendio del Goetheanum en el que había comprometido su fuerza vital y que era el hogar de su actividad, conmocionó su salud. La risa juvenil y alegre que antes iluminaba con frecuencia las graves facciones de Steiner, sus movimientos rápidos y ligeros, su paso rítmico (nadie podía caminar como él) todo ello se le dejó de ver después del incendio.

 

  

Crisis del movimiento antroposófico

incendio 1er goetheanumPrimer Goetheanum tras el incendio

 

La destrucción del primer Goetheanum coincidió con una grave crisis del movimiento antroposófico. En el caos de la posguerra (maestros, teólogos, médicos, biólogos, físicos, juristas, economistas, historiadores, filólogos) querían sentar las bases de una nueva civilización. Todos los especialistas se centraron demasiado en sus "especialidades" y perdieron de vista el conjunto. Los que tenían la visión más amplia pasaban de una rama a otra con la intención de realizar su idea lo más posible, empezaban un trabajo y pronto lo dejaban por otro. Incluso los miembros más jóvenes hicieron oír su voz, muchos de ellos, veteranos del frente, se incorporaron al movimiento antroposófico pero declararon, después de ver cómo estaban las cosas, que podían congeniar con Steiner pero no con los demás. Hubo dispersión. Quién quería una cosa, quién otra. A pesar de la buena voluntad, corrían el riesgo de desistir, de no lograr nada.

Llegado a este punto, cuando el movimiento antroposófico amenazó con perderse en tantos grupos separados por no explorar suficientemente el contenido central de la Antroposofía, Rudolf Steiner sólo vio una salida: la "madre", la Antroposofía, se convertiría en una organización en el plano físico, para dejar fluir sus impulsos en los movimientos afiliados y revelarse en su realidad espiritual, es decir, como fuente inspiradora de todas aquellas actividades externas. Así, para estar a la altura de las tareas futuras, era necesario refundar la Sociedad Antroposófica. Y por ello, en enero y febrero de 1923, Rudolf Steiner tuvo que recordar con fuerza a quienes trabajaban en las diversas ramas, que aquellas instituciones nacieron y se desarrollaron gradualmente gracias a la antroposofía. Y así nació el lema: "que las hijas no se olviden de su madre".

 

Refundación de la Sociedad Antroposófica

Durante 1923, preparar la renovación de la Sociedad Antroposófica fue tarea de Steiner, quien ya comenzaba a mostrar signos de una creciente fragilidad y enfermedad. No obstante, continuó dando numerosas conferencias e incluso viajando; especialmente hacia el final de este tiempo, a menudo daba dos, tres o incluso cuatro conferencias diarias para cursos que tenían lugar simultáneamente. Muchas de estas conferencias se centraron en la práctica de la antroposofía, la educación, la agricultura, la medicina y la comunidad cristiana.

Es en la Navidad de 1923, que ochocientos miembros de todo el mundo se reunieron en Dornach en la pequeña sala de carpintería. Con su presencia, constituyeron el núcleo de la Sociedad Antroposófica Universal, cuya piedra de fundación fue colocada por Rudolf Steiner la misma mañana de Navidad. Con ese acto, penetró en los corazones de los presentes un contenido espiritual que, de la manera más libre, los uniría para siempre.
La Junta Directiva quedó conformada por Steiner mismo en la presidencia y dirección de la Sección General de Antroposofía. A su lado, cinco destacadas personalidades le acompañarían en esta tarea: la Sra. Marie Steiner, directora de la Sección de las Artes del Habla y la Música; la Dra. holandesa Ita Wegman, por la Sección Médica; la Dra. Elisabeth Vreede, también holandesa, directora de la Sección Matemático-Astronómica; el poeta suizo Albert Steffen, quien asumió la dirección de la Sección de las Bellas Ciencias; y el Dr. Guenther Wachsmuth, alemán, para la Sección de Ciencias Naturales.

marie steinerMarie Steiner
ita wegmanIta Wegman
elisabeth vreedeElisabeth Vreede
albert steffenAlbert Steffen
guenther wachsmuthGuenther Wachsmuth

 

1924, apogeo de la labor de Steiner

La obra terrenal de Rudolf Steiner alcanzó en 1924 una extraordinaria culminación. En ese año continuó con todas sus actividades anteriores. El número de afiliados volvió a aumentar; así como también aumentaron los movimientos afiliados. Rudolf Steiner impartió cursos de agricultura, pedagogía curativa, cursos especiales para médicos, profesores, euritmistas, actores y sacerdotes de la comunidad cristiana. Así, en medio de una continua e intensa actividad, había comenzado a realizar lo que se había propuesto con la Conferencia de Navidad.

Como había prometido, su actuación como presidente siempre mostró el elemento humano inmediato; hasta en los más mínimos detalles, como por ejemplo, firmar personalmente las miles de tarjetas de socio que se emitieron tras la Conferencia de Navidad.

Sus actividades como conferenciante cobraron una nueva fuerza; salieron a la luz ideas impresionantes e inesperadas. Una espiritualidad transfigurada se manifestó a través de su ser. Rudolf Steiner cuenta que entonces fue capaz de expresar cosas de las que antes no podía haber hablado. Habló de forma aún más concreta sobre las repetidas vidas terrenales del hombre. En las Conferencias sobre el Karma su mirada se posó en las fuerzas evolutivas más secretas de la historia: mostró cómo las sucesivas encarnaciones de ciertas personalidades históricas importantes habían influido enormemente en la historia o cómo estaban relacionadas con la evolución de la humanidad. Además, empezó a impartir una enseñanza para los miembros de la primera clase que apuntaba a una disciplina interior más profunda. Fue así como la enseñanza superior recibió el carácter que ha conservado hasta nuestros días. La silenciosa consolidación de la vida antroposófica tuvo lugar en medio de turbulentos acontecimientos externos e internos.

Es en este año que Steiner creó el boceto para el segundo Goetheanum y tuvo que soportar una enérgica lucha para obtener el permiso de las autoridades locales para construirlo. También emprendió extensos viajes al extranjero, incluido uno a Inglaterra. Dondequiera que llegaba, le esperaban comités de recepción, periodistas, reuniones y encuentros con destacadas personalidades; por supuesto, también ataques de una parte de la prensa. Toda esta agitación le preocupaba poco, a lo sumo le cansaba. Pero nunca se quejó, pues había aceptado todas las consecuencias que podían derivarse de sus viajes.


Última conferencia

En septiembre de 1924, volvió a Dornach y allí dio una serie de conferencias día tras día: un curso para teólogos (el Apocalipsis de Juan), otro para sacerdotes y médicos (medicina pastoral), un tercero para actores (el arte de la palabra y el arte dramático). Dos veces por semana hablaba a los obreros y artesanos que trabajaban para el Goetheanum. Para los socios, daba cada noche nuevas Conferencias del Karma. Parecía como si la necesidad de dar más y más se hubiera hecho tan grande que estaba sobrepasando los límites de la resistencia física de un hombre.

Cada vez más enfermo, el 28 de septiembre, se levantó a duras penas para una alocución: La individualidad de Elías, Juan, Rafael, Novalis (GA238), pero a los 20 minutos tuvo que interrumpirla por agotamiento y debilidad física.

carpinteriaEdificio de carpintería
   

En lugar de ir a su apartamento en Haus Hansi, Steiner optó por que lo cuidaran en el estudio de carpintería primitivamente equipado, donde había trabajado con Edith Maryon en la talla de la estatua del Representante de la Humanidad. Fue aquí donde tenía todos sus papeles de trabajo y su biblioteca estaba al alcance de la mano; pero no había mucho más como para que el lugar se recomendara para los cuidados de una persona enferma. El estudio no tenía ventanas, solo una claraboya; no había cocina y las tablas de las paredes de madera eran delgadas y el frío del invierno entraba a través de ellas, y a menudo molestaba el ruido cercano de la construcción del segundo Goetheanum. Aquí lo atendió principalmente la Dra. Ita Wegman, quien se quedó en una pequeña habitación lateral fuera del estudio.

Se sabe que su digestión era sumamente delicada y lo era desde algunos años atrás. En los últimos meses de su vida, parece que no pudo ingerir nada excepto las cantidades más pequeñas de comida. Se puede descartar el rumor de que había sido envenenado en una fiesta de té el 1° de enero de 1924, sobre todo porque el propio Steiner trató de anular estos rumores en tres ocasiones, y todos los médicos que lo atendieron confirmaron que no había sido así.

Edith Maryon, que también estuvo junto a Steiner y observó la quema del primer Goetheanum, murió el 2 de mayo de 1924 tras una larga y dolorosa enfermedad. Después de su muerte, Steiner dijo esto:

La semilla de la enfermedad de la señorita Maryon se plantó en ella durante la noche en que se incendió el Goetheanum. Y lo que se inició con esa semilla, no se pudo curar, ni siquiera con el cuidado más atento y hábil. (GA261)

¿Es posible que esto mismo aplicara al propio Steiner? No se sabe con certeza. Pero incluso después de haber caído en su lecho de enfermo, Steiner trabajó sin cesar y se mantuvo muy activo. Escribía su biografía El curso de mi vida; escribía las Cartas a los miembros y los Pensamientos principales; leía los periódicos, estudiando los últimos artículos científicos y literarios; y leía rápidamente montones de libros que su secretario, Guenther Wachsmuth, había llevado para él todos los días. También se ocupó de grandes cantidades de correspondencia y de muchos de los detalles de la construcción del segundo Goetheanum, además de mantener reuniones periódicas con Albert Steffen sobre cuestiones editoriales para dos publicaciones periódicas semanales.


Marzo de 1925

En los últimos seis meses de su vida, Steiner había perdido mucho peso y no tenía el menor apetito, su fuerza física estaba tan reducida que tenía que ser sostenido cuando se ponía de pie.

Albert Steffen, que visitó a Rudolf Steiner con regularidad durante su enfermedad, compartió:

Le visité el 28 de marzo a las 5 de la tarde en su estudio, donde yacía en su lecho de enfermo. Era una habitación alta con claraboyas. No se veía nada de la tierra: ningún árbol, ninguna montaña, ninguna casa, sólo la luz del cielo. En las estanterías había modelos escultóricos y arquitectónicos que él mismo había realizado, junto con algunos bustos que también había esculpido; a los pies de su cama, la noble estatua de Cristo, tallada por sus propias manos, se eleva por encima de él. A su alrededor hay mesas cubiertas de libros y manuscritos. Hasta el último día de su vida, su interés fue por el mundo entero. En su estudio, en el que permanecía desde hacía medio año, había reunido toda una biblioteca. (Goetheanum, 1925)

La Dra. Ita Wegman, que permaneció a su lado en todo momento, cuidándolo, compartió lo vivido en esos días:

Marzo de 1925 fue frío y brumoso. Se hizo bastante ventoso en la última semana del mes, y luego comenzaron las tormentas. Desde el sur y el oeste, la lluvia azotaba las paredes del estudio.
El 29 de marzo, Rudolf Steiner se despertó con dolor intenso. Fue la 1ra vez que no hizo ningún trabajo esa mañana. Hablamos largo y tendido sobre el dolor. No había razón para preocuparse. Los dolores desaparecieron en el transcurso del día. Estuvo extraordinariamente tranquilo y paciente ese día, y dio nuevas sugerencias para su cuidado. (Nachrichtenblatt, 1925)

A las 4 de la tarde del 29 de marzo volvió el dolor. Sin embargo, Rudolf Steiner no perdía el interés y volvió a preguntar si el estudio contiguo estaba listo para que él trabajara en el modelo para el segundo Goetheanum. La Dra. Wegman le vigiló durante toda la noche.

Las primeras horas de la noche transcurrieron en silencio, observé cada respiración y me reuní en oración, para que esta preciosa vida pudiera ser salvada. A las 3 de la madrugada, noté un ligero cambio en su respiración. Me acerqué a su cama; estaba despierto. Me miró y me preguntó si estaba cansada. Esta pregunta me conmovió. Su pulso no era tan fuerte como antes, pero sí mucho más rápido. Llamé al Dr. Noll para hablar con él sobre lo que habría que hacer. Herr Steiner no se sorprendió de verle allí en mitad de la noche y le saludó amablemente... No me encuentro demasiado mal, dijo, sólo es que no puedo dormir. Volvimos a apagar la luz. A las 4 de la mañana, me llamó porque el dolor intenso había reaparecido. Me dijo: En cuanto llegue el día, quiero continuar el tratamiento que le propuse. Naturalmente, no esperamos a que llegara el día, sino que hicimos lo que era necesario. Pero entonces la situación cambió rápidamente: su pulso se debilitó, su respiración se aceleró. Y tuvimos que experimentar cómo su vida se extinguía poco a poco, que nuestro guía, nuestro maestro y amigo se estaba despidiendo del plano físico. Se fue como si fuera lo más obvio. Me pareció como si los dados hubieran sido lanzados para tomar una última decisión; y cuando cayeron, no hubo lucha, ni ningún intento por permanecer más tiempo sobre la tierra. Contempló con calma el espacio que tenía ante sí durante un rato, me dijo un par de palabras tiernas, cerró los ojos conscientemente y cruzó las manos. (Nachrichtenblatt, 1925)

 

Finalmente, el lunes 30 de marzo de 1925, al rededor de las 10 de la mañana, Rudolf Steiner parte al mundo espiritual a la edad de 64 años.

rs lecho de muerteRudolf Steiner en su lecho de muerte

 

Willem Zeylmans van Emmichoven, gran amigo de Rudolf Steiner y primer Secretario General de la Sociedad Antroposófica Holandesa, en su libro Una inspiración para la Antroposofía: una biografía, escribe sobre estos días:

La muerte de Rudolf Steiner nos llama a Dornach. Dividimos la vigilia entre nosotros y me gustaría contar lo que recuerdo de mis experiencias inmediatas en esta última noche.
Rudolf Steiner yacía en su lecho de muerte en el estudio. Quiero intentar expresar lo que su espíritu me reveló en la muerte. Esto será quizás como tartamudear, porque solo un poeta inspirado puede encontrar las palabras para lo inexpresable. La imagen que recibí fue de alegría divina y sufrimiento humano.

El "amigo de los dioses y guía de la humanidad", como lo llamaba Albert Steffen, estaba muerto. Afuera, en la naturaleza, los dioses celebraron cuando el gran guía de la humanidad regresó a ellos.
Dentro, junto al lecho de muerte, los seres humanos lloraban, porque el amigo de los dioses les había sido arrebatado. Afuera estaba llegando la primavera. Los pájaros de repente empezaron a cantar. El gozo de la resurrección vivido en plantas y animales. La alegría de la resurrección buscó su camino hacia el ser humano, entró en sus sentidos y se hundió en su corazón.
Junto al lecho de muerte, estaban los dolientes que miraban afligidos el rostro querido. Los recuerdos afloraron; el más noble y hermoso de sus vidas. El dolor atravesó sus almas y brotó en sus corazones. La alegría de la resurrección y el dolor de la muerte se encuentran allí: la alegría divina y el sufrimiento humano.

¡Qué maravilloso se veía el primer día después de su muerte! Como durmiendo suavemente, tan tranquilo y pensativo. Como si pudiera despertar en cualquier momento para contarnos lo que su espíritu había experimentado en los cielos. Su muerte había sido como una oración, nos dijeron. Durante horas permaneció envuelto en pensamientos más profundos, mirando a distancias lejanas. Luego, su consideración se convirtió cada vez más en oración. Permaneció inmóvil, inmóvil, con las manos juntas, y le dirigió sólo unas pocas palabras a su amiga y enfermera Frau Dr. Wegman. Después de algunas horas cerró los ojos y murió. Sin una lucha a muerte, su oración en la tierra se cumplió.
Pero a nosotros nos pareció que su espíritu continuaba orando, como si su poderosa oración pasara por nuestras almas enlutadas. Y donde la alegría de la resurrección y el dolor de la muerte se encontraron en nuestros corazones, algo floreció y flotó en lo alto, sostenido por su oración, ascendiendo. Y lo que fue, para cada individuo, una oración de agradecimiento, se convirtió en una imagen de confianza del futuro para todos.

El segundo día me pareció diferente. Ahora había una sombra de dolor en su rostro penetrado por el espíritu. Como si algo del dolor de los cientos de amigos que se reúnen de todos los países se reflejara en su rostro. Ahora era más difícil experimentar el gozo de la resurrección. Pero pensamientos solemnes y de regocijo surgieron de su frente iluminada.

   
mascara steiner
Máscara mortuoria
   

Llegó el tercer día, y una vez más algo había cambiado. Ahora vi el rostro de un santo ante mí, sin dolor y sin pecado. Un rostro que parecía más grande que un ser humano corriente, pero que al mismo tiempo contenía, en miniatura, todo lo bello, lo bueno y lo verdadero. Inalcanzable, lejos de nosotros, pero al mismo tiempo muy cerca. Divino, pero el epítome de lo humano. Su noble frente brillaba más que antes. Sus ojos profundos ocultaban secretos del mundo. Su hermosa boca hablaba un lenguaje cósmico. Nunca antes se habían visto manos así. Eran poderosas como los de alguien acostumbrado al trabajo duro, pero espiritualizadas hasta la última fibra de músculo. Había tallado madera dura con ellas. Las había utilizado para escribir su guión claro y ligero. Le había dado la mano para saludar a innumerables personas, y cada uno sintió esto como una bendición.
Seis médicos y otras cuatro personas, todas cercanas al Dr. Steiner, pudieron velar esa última noche, de dos en dos. Las horas que pasamos allí fueron inolvidables, hermosas y sagradas. Era una tranquila y pacífica noche de primavera. La luna brillaba como un sol. Las formas de nubes negras y demoníacas intentaban ocultar la luz, pero reflejaba la luz del sol cada vez con más intensidad hacia la tierra. En el estudio, ahora en su ataúd, el incomparable hombre muerto. A su alrededor, ardían velas que proyectaban su resplandor sobre el ataúd negro. La fragancia de las flores flotaba, hablando un delicado lenguaje del alma.
Grande y silenciosa estaba la estatua de Cristo a sus pies, con su gesto de guiar el destino del mundo. A ambos lados del ataúd mantuvimos nuestra vigilia, vigilando las llamas de las velas para asegurarnos de que ardieran de manera uniforme y pacífica. Qué extraño y misterioso parecía todo, pero familiar al mismo tiempo. Surgieron imágenes del pasado lejano, brillando como la plata a la luz de las velas, y luego se desvanecieron. Parecía como si esto ya hubiera sucedido antes, en otro tiempo. Y entonces de repente lo supimos: este evento va más allá del tiempo. Apunta hacia el pasado lejano y hacia el futuro lejano. Pasado y futuro aquí se funden en uno, y así unidos forman una imagen macrocósmica eterna: ¡una imagen de la guía divina de los seres humanos y del destino cósmico humano!
Entonces entraron amigos e hicieron una máscara mortuoria. Nos quedamos allí en silencio. Y cuando vimos que la máscara era buena, pensamos con alegría: Alabado sea Dios, ahora muchos podrán ver esta expresión de sabiduría tan profunda, el amor más íntimo y el más santo en los siglos venideros. Los pájaros cantaron al amanecer. Sabemos que vendrán tiempos difíciles. Pero cada uno que en su corazón de luto compartió la experiencia de esta fiesta de resurrección, encontrará que los tiempos difíciles no son más que probaciones, probaciones del alma en las que vamos a prevalecer.


Guenther Wachsmuth, a su vez relata su propia experiencia:

En el elevado y oscuro espacio del estudio estaba el féretro de quien había completado esta vida terrenal, rodeado de un mar de flores, a la luz de las velas, con la guardia de la muerte a su lado día y noche. Muchos centenares de personas acudieron en respetuoso silencio a la última visita, volvieron a la vida reconfortados, confiados, habiendo recibido en su aflicción la seguridad de la virtud del Espíritu, del renacimiento. En el tercer día, el cuerpo fue llevado al gran taller, para yacer finalmente en la sala de conferencias, en el lugar desde el que había proclamado durante décadas el conocimiento del espíritu. A petición de Frau Marie Steiner, Fredrich Rittelmeyer dirigió el servicio fúnebre.
A la mañana siguiente en el cuarto día, se llevaron el ataúd para incinerarlo. A su paso por la recién levantada estructura del nuevo Goetheanum, los obreros del edificio se detuvieron en los andamios y saludaron al maestro de obras y amigo. En el ritual de cremación, Albert Steffen nos unió a nuestro querido maestro en una imagen de su ser que sólo el artista podía dibujar con tan brillante perfección. Habló del "amigo de Dios y líder de la humanidad" y lo que se ha hecho realidad en nosotros, las personas terrenales, a través del liderazgo y la educación de Rudolf Steiner, como una certeza de lo que estamos llamados a hacer en su espíritu, lo resumió en las siguientes palabras:
"Ha vuelto a mostrarnos el mundo de tal manera que sabemos que ha salido de Dios. Ha muerto de tal manera que lo sentimos: Cristo vive en la muerte. Que su Espíritu inmortal resucite en nuestros actos. Nosotros, como buenamente podamos, lo santificaremos". (The Life and Work of Rudolf Steiner, 1989)


Fredrich Rittelmeyer compartió:

Ninguno de nosotros esperaba que Rudolf Steiner sucumbiera a la enfermedad. La envoltura mortal, recién abandonada por el espíritu que emprendía su lejano viaje, descansaba en el lecho de muerte a los pies de la estatua de Cristo que allí se alzaba casi terminada. Los que contemplaban el rostro del difunto podían ver lo que el espíritu puede hacer del cuerpo en la vida de un hombre verdaderamente grande en la tierra. La sublimidad y pureza de sus rasgos estaba a la altura de toda prueba y era insuperable. Tal vez la máscara mortuoria, si alguna vez se reproduce como cuadro, sirva para convencer a muchos. Una y otra vez, la mirada se dirigía del cuerpo terrenal abandonado a la gran figura de Cristo que señala con un gesto convincente hacia el futuro. El discípulo había caído a los pies del Maestro. Era como si Cristo acogiera al discípulo con brazos protectores mientras Él mismo avanzaba con paso incesante hacia el futuro del mundo. La misión del discípulo estaba cumplida. La frente del Maestro estaba radiante con la luz de los divinos propósitos del mundo. Cuando, por deseo de Frau Dr. Marie Steiner, y en la sala solemnemente decorada donde el Dr. Steiner había dado la mayoría de sus grandes conferencias, yo estaba realizando el servicio fúnebre según el ritual de La Comunidad Cristiana, cuando una gota del agua rociada cayó en el centro de la frente y brilló allí durante todo el servicio como un diamante centelleante. La luz de muchas velas se reflejaba en esta estrella resplandeciente, del mismo modo que las revelaciones de la luz de los mundos superiores se habían reflejado en su espíritu. Así adornado, el cuerpo se hundió en el ataúd. Para mí fue como si los Espíritus superiores hubieran indicado en una imagen terrenal lo que nos había tocado vivir. Cuando el servicio llegó a su fin, una impresión vivía poderosamente dentro de mi alma: Esta obra está terminada. Como una gran cuestión, está ahí ante la humanidad. Si todos los que pertenecen a esa obra dedican sus fuerzas a ella con un solo propósito, prevalecerá. (Rudolf Steiner Enters My Life, 1929)


Las cenizas de Rudolf Steiner

carpinteria cenizasLos restos de Steiner
en el taller de carpintería
   
   
sala urnasSala de urnas
en el Goetheanum

Inicialmente, la urna con las cenizas de Rudolf Steiner fue depositada en el taller de carpintería, que fuera su sala de trabajo, que posteriormente se convirtió en su sala de fallecimiento, y que ahora se convertía en el lugar que también albergaría su urna. Esto sucedió así, porque originalmente, el propio Rudolf Steiner ya utilizaba el taller de carpintería para almacenar las urnas con las cenizas de quienes en vida fueron colaboradores muy cercanos y apreciados por él, como fue el caso de Christian Morgenstern (fallecido el 31 de marzo de 1914) y Edith Maryon.
Posterior al fallecimiento de Steiner, pronto aumentó el número de urnas de aquellos que también querían ser admitidos en la sala de fallecimiento, junto a Steiner.

Fue tal el número de urnas almacenadas en este espacio, que en 1935, para la conmemoración del décimo aniversario del fallecimiento de Rudolf Steiner, se inauguró en una ceremonia especial la Sala de urnas, espacio dentro del edificio del Goetheanum destinado a recibir la urna de Rudolf Steiner frente a la escultura de madera El representante de la humanidad, que también había sido traída de la carpintería, junto a todas las demás urnas, que ahora serían almacenadas en este nuevo espacio.

Transcurrieron cincuenta y cuatro años desde la apertura de la Sala de urnas, y el número de aquellos que decidieron colocar sus urnas cerca del maestro espiritual y su creación artística más central, aumentó más allá de lo esperado. Se hace evidente que el espacio originalmente previsto ya resultaba insuficiente nuevamente.


El Bosque Memorial del Goetheanum

El Dr. Andreas Heertsch, líder de la sección en el Goetheanum en 1989, junto con un grupo de trabajo, analizan la situación de las urnas para encontrar una solución. Concluyen que, después de aproximadamente veinticinco años, una individualidad ha completado el curso de su tiempo de purificación y encuentra entrada en regiones espirituales superiores. Que sus restos pueden ser liberados de la urna y entregados a la tierra viva. El recuerdo de su ser, ahora en una peregrinación cósmica, puede ser garantizado mediante la escritura y cada fallecido podría ser preservado como un monumento para la memoria de las generaciones futuras. Tales hojas conmemorativas, a su vez en una colección de libros, mismos que podrían encontrar una digna atención en la Sala de urnas. Pasarían a formar parte de la historia espiritual de la Sociedad Antroposófica. Entonces, el espacio también puede recuperar su propósito original de ser un lugar de respetuoso recuerdo y conexión meditativa con la fuente original.

Gisela Reuther y Andreas Heertsch comunican esto en el Boletín informativo Das Goetheanum No.14, del 1° de abril de 1990:

En las primeras horas de la mañana del 10 de noviembre de 1989, antes del amanecer, pudimos enterrar la mitad de las urnas contenidas en el Goetheanum y otras más pertenecientes a la administración del patrimonio Rudolf Steiner, en el bosque de pinos entre el Goetheanum y la colina Rudolf Steiner. Las urnas, que eran principalmente de cobre, fueron reemplazadas por contenedores de madera para permitir que la humedad del suelo penetre y disuelva las cenizas lo más pronto posible.
La ceremonia en el Gran Salón del Goetheanum el 16 de diciembre de 1989 marcó el verdadero final de esta primera parte de entierros.
Comenzamos enterrando urnas cuyos difuntos habían completado su tiempo en el Kamaloka. A medida que avanzábamos en los entierros, nos dimos cuenta de que la costumbre de enterrar las urnas después de un período corto de tiempo no tenía ningún significado para los difuntos en sí. En acuerdo con la Dirección del Goetheanum, tomamos la decisión de enterrar todas las urnas. Esperamos poder continuar con el entierro en el bosque de pinos mencionado, para que podamos dar el siguiente paso en el diseño general del Bosque Memorial.

El 10 de febrero de 1991, Gisela Reuther y Andreas Heertsch informan nuevamente:

El 29 de noviembre de 1990, en las primeras horas de la mañana, se entregó la segunda parte de las urnas que se encontraban en el Goetheanum hasta ese momento. Nuevamente, las urnas de metal fueron reemplazadas por recipientes de madera para permitir una conexión rápida con la tierra. Desde entonces, en el Goetheanum mismo se han conservado pocas urnas. Se entregarán a la tierra a finales de este año.

El 30 de octubre de 1991, informan que ahora se han enterrado casi todas las urnas que llegaron al Goetheanum. Las urnas de los miembros fundadores del Consejo Directivo y las urnas de Christian Morgenstern y Edith Maryon que aún se conservaban en Dornach, se enterrarán el próximo año, cuando el diseño del Bosque Memorial, entre el Goetheanum y la colina Rudolf Steiner, esté más avanzado.

El entierro de las cenizas de Rudolf Steiner en el Bosque Memorial, se realizó el 3 de noviembre de 1992 en presencia del consejo de la Sociedad Antroposófica General, culminando el sábado 21 de noviembre de 1992 con la celebración en la Gran Sala del Goetheanum, de un homenaje póstumo, que incluye la entrega a la tierra de las cenizas de las urnas de Christian Morgenstern y Edith Maryon, que hasta ahora se habían conservado en el Goetheanum.

El 7 de marzo de 1993, Andreas Heertsch emite un informe final al respecto:

Con el entierro de las cenizas de Rudolf Steiner el 3 de noviembre de 1992 en presencia del consejo de la Sociedad Antroposófica General y la celebración posterior el 21 de noviembre de 1992, ahora todas las urnas están enterradas en el Bosque Memorial del Goetheanum. Con este paso se ha completado un trabajo que comenzó a principios de 1987 con una conversación entre Martin Barkhoff y yo. Nos enfocamos en la pregunta de si se podía enterrar al menos una parte de las urnas guardadas en el Goetheanum. Ya que durante décadas, tantas urnas habían llegado al Goetheanum que todo el espacio disponible estaba lleno. En un primer paso, queríamos enterrar solo las urnas más antiguas. La mayoría de las urnas estaban hechas de cobre en forma de pentágono-dodecaedro. En suelos ácidos, el cobre se descompone con el tiempo, envenenando el suelo, o se cubre con una pátina y sobrevive durante siglos. El cuerpo humano es un fermento para la tierra. Por lo tanto, la tierra debería recibir todo, incluida la ceniza, que se puede disolver en ella con su humedad. Por esto, las urnas fueron reemplazadas por cajas de madera. Friedrich Hiebel (1903-1989) había planteado la pregunta en la última reunión, antes de su muerte, de si también se debían enterrar las cenizas de Rudolf Steiner. Y su pregunta hizo que comenzáramos a considerar el entierro de las cenizas de Rudolf Steiner. Pero definitivamente primero se debían enterrar todas las demás urnas.

Consolidado el Bosque Memorial, en Das Goetheanum No.29/30, se informó sobre el entierro de la urna de Marie Steiner:

El 30 de junio de 1993, a las 9 de la noche, los miembros del consejo de administración del Goetheanum y la administración del patrimonio de Rudolf Steiner, se reunieron para enterrar la urna de Marie Steiner en el Bosque Memorial del Goetheanum. En una pequeña ceremonia, su urna fue enterrada junto a la de Rudolf Steiner. Así mismo, el resto de las urnas que aún se conservaban en la administración del patrimonio de Rudolf Steiner fueron enterradas junto al resto de urnas que ya se habían enterrado anteriormente en el Goetheanum.

De esta manera, Rudolf Steiner, Marie Steiner (♰ 27 de diciembre de 1948) y Guenther Wachsmuth (♰ 2 de marzo de 1963), del primer consejo de administración, fueron enterrados en el Goetheanum.
Ita Wegman (♰ 4 de marzo de 1943) en Brissago (en el Instituto La Motta que ella fundó).
Albert Steffen (♰ 13 de julio de 1963) en Cantón de Berna, Wynau (lugar de nacimiento) y
Elisabeth Vreede (♰ 31 de agosto de 1943) en Arlesheim (lugar de residencia).

 

bosque memorial 1
Entrada
  
bosque memorial 2
Placa informativa
     
bosque memorial 3
Espacio de Rudolf Steiner
 
bosque memorial 4
Espacio del resto de cenizas

 

 

Me gustaría encender a cada persona
con el espíritu del cosmos
para que ellos mismos se conviertan en llamas
y crear la esencia de su ser a partir de la pasión.

Otros, sólo quieren sacar agua del cosmos
apagar las llamas, y así diluir y paralizar
la vida interior de cada ser.

¡Oh! qué alegría cuando estas llamas humanas arden,
incluso donde descansan.
¡Oh! qué amargura cuando lo humano está atado
donde quisiera estar libre.

GA40

 

 

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