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29 de Septiembre de 2020

El Arcángel Micael

Escrito por Yeccan Waldorf

Micael

¿Cuál es la causa por la que San Micael figura en el calendario en las proximidades del solsticio de otoño?

¿Qué lazo une al gran Arcángel con esa época del año?

Hace ya mucho tiempo que hemos perdido el hábito de ver en las fiestas otra cosa que meras conmemoraciones piadosas, o simples descansos en el trabajo; y hemos olvidado que esas fiestas son, una después de otra, los puntos sobre los que gira el año: Pascua, San Juan, San Micael y Navidad, las cuatro grandes comuniones del hombre con el universo.

Es necesario que en el otoño, (cuando todo lo que hemos visto crecer, florecer y fructificar se seca, cae o se adormece), el valor de vivir no nos abandone ni flaquee un instante, sino que nuestra vida personal se afirme frente a lo que muere.

Micael, “el que se asemeja a Dios”, marcha ante la faz del Señor. Él es el caballero, el luchador. Muy a menudo, viste una armadura de hierro o de oro; la punta de su espada se dirige contra el dragón, y de esa manera se le recuerda en las leyendas de todos los países, hasta en China.

Micael 2

El dragón que exhala azufre, es la naturaleza inferior del hombre, la naturaleza animal dentro de él, formada por sus instintos, sus deseos.

El Arcángel, por el contrario, representa lo más espiritual, aquello que es “semejante a Dios” y sometido a Él en la lucha del bien y del mal.

El hombre halla ahí una imagen que señala claramente lo que él es en la dualidad de San Micael y del dragón.

Recibe también en esta visión del Arcángel triunfante, una indicación y un acrecentamiento de su valor. El ser humano ve allí la ilustración y la explicación de las palabras pronunciadas por aquél, del que Micael es el heraldo: “Yo he venido al mundo”.

Micael lleva a menudo en la mano izquierda una esfera, que semeja concentrar en ella, todas las voluntades divinas de la creación que modelan la Tierra. Él es, en efecto, el emisario de las fuerzas solares que aseguran la vida sobre el globo. Por otra parte, la balanza de San Micael aparece en el cielo bajo la forma cósmica del signo del zodíaco, en la época en que se prepara la llegada de la fiesta del Arcángel.

El espíritu comienza donde se detiene la naturaleza.

El panorama Micaélico nos enseña a velar en espíritu, mientras que a nuestro alrededor la naturaleza se marchita y muere; a volvernos a la interioridad de nuestra alma; a retirarnos a nuestras moradas, para reedificar nuestro espíritu en la conciencia reencontrada de nosotros mismos, de la misma manera que la planta se retira a su parte más terminada: el grano, para pasar ahí el invierno.

Es la misma fuerza de conciencia que nos incita a levantar, ahí donde la naturaleza se retira, un edificio que imprime a la materia las voluntades del espíritu. Las fuerzas de Micael son arquitecturales.

Las fuerzas de San Micael, como refiere el Dr. Rudolf Steiner, son las que en la ronda de las inteligencias celestes, confieren especialmente a la inteligencia del hombre, la energía para atravesar el velo del mundo sensible y construir un camino hacia el espíritu.

Donde no esté San Micael, el hombre carece del valor para alcanzar los mundos espirituales”.

Ahí donde él se halla, particularmente después del fin del siglo pasado, más especialmente aún en el momento del año donde rigen sus fuerzas, se enciende su impulso en el hombre, que se siente renovado por él, por la iniciativa interior y la energía necesaria para desear conocer ese Dios, cuyas obras ha contemplado en el reverberar del verano.

Micael madura su coraje de hombre y lo prepara para reconocer en el fondo de sí mismo, por la fuerza de un Yo que ha vencido al dragón (el amor egoísta de sí mismo), a ese Dios que primeramente ha amado con corazón de niño.

La Antroposofía anhela que aprendamos a reencontrar el sentido de las fiestas, y sobre todo, la de San Micael.


Extracto: Revista Antroposofía No. 19. Buenos Aires, Argentina.

 

 

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