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Imagen de la categoría  Cuento de Adviento 08 - Por qué las manzanas tienen mejillas rojas
Miércoles, 4. Diciembre 2019
 

Imagen: Natalya Yeshchenko

Imagen: Natalya Yeshchenko

 

Por qué las manzanas tienen mejillas rojas

 

En el Paraíso había un árbol que estaba reservado únicamente para Dios; lleno de las manzanas más bellas y rojas que uno pueda imaginarse, estaba tan maravilloso que cualquier animalito que pasaba o ave que revoloteaba, quedaba atraído por su belleza.

También Adán y Eva, cuando vivían en el Paraíso, se extasiaban contemplando este árbol cuyo fruto pertenecía solamente a Dios Padre. Pero cuando un día Eva, tentada por la serpiente, probó una manzana y le convidó a Adán, de repente, el árbol perdió toda su belleza; y cuando fueron expulsados del Paraíso, éste también había perdido su árbol más bello, pues había sufrido tal susto que sus frutos perdieron su color y se endurecieron. Si alguien los hubiese probado, ya no los hubiese encontrado dulces y jugosos, sino amargos como la hiel.

Sin embargo, el árbol algún día recuperaría su belleza; pero sólo muchos siglos después, cuando en el jardín de María y José en Nazaret, se encontraba un descendiente de aquél árbol del Paraíso. Pequeño todavía, daba cada año duras y amargas manzanitas, que nadie, ni siguiera el burrito quería comer.

Y he aquí, que cuando el ángel se le apareció a María para anunciarle que iba a ser la Madre de Dios, también se le acercó al arbolito en el jardín y le susurró un mensaje:
Prepárate manzano, dijo el ángel, porque la época de tu pobreza ya está por terminar.
A media noche de la Navidad nacerá un niño, el niño de María. Recuerda que eres el árbol que da los frutos de Dios.

Esto sucedió en primavera; en las siguientes semanas, María y José, llenos de admiración, pudieron observar cómo el arbolito fue creciendo y floreciendo tan primorosamente a tal grado, que bajo esa carga, cualquier otro árbol se habría desquebrajado fácilmente. Entre las ramas, se escuchó el murmullo y susurros de las abejas, que atraídas desde lejos, se aproximaban hacia las flores para probarlas.

Transcurridos unos días, el árbol se había cubierto de verdes hojas, protectoras de aquello que apenas despuntaba y que surgiría después. Al llegar el Otoño, los frutos ya no crecieron como antes, tan duros y pequeños, sino bellamente sanos, grandes y redondos. Así, de una encantadora tonalidad de sutil rosado había emergido paulatinamente un rojo que fulguraba a tal grado, que las manzanas por fin tenían mejillas rojas.

Ustedes ya se podrán imaginar por qué: sencillamente estaban felices de poder ser nuevamente los frutos de Dios, como antes de que Él bajara a la Tierra.

María reunió manzanas en una canasta, y al notarlas más lisas, firmes y compactas, dijo a José:
Vamos a guardarlas para nuestro hijo.

Por esta razón, cuando tenían que caminar hacia Belén; el burrito, entre otras cosas, también cargaba una bolsa con manzanas rojas reservadas solamente para el Niño. María y José no las tocaban, aun y cuando sufrían mucha hambre.

La consecuencia no se hizo esperar, la maldición fue retirada del manzano, que a partir de entonces pudo dar sus frutos a los hombres.

Sin embargo, cada año algunas se apartan para el Niño Dios; aquéllas que tienen las mejillas más rojas, a través de las cuales, manifiestan realmente la genuina alegría del manzano, porque el Niño Jesús ha venido al mundo.

Por eso forman parte de la decoración de la Navidad.

 

 

 


En las semanas antes de la Navidad, muchas familias acostumbran adornar un "rincón festivo", en el que poco a poco nace aquél paisaje en que María y San José con el burrito están en camino a Belén. En la primera semana de Adviento sólo se extienden en un tela de color café, piedras naturales, y las más bonitas de ellas forman el sendero para la Madre de Dios. En la segunda semana se añaden las plantas (musgo y piñitas o algunas macetas con palmitas); en la tercera semana los animales, en primer término los borregos pastando, y finalmente en la cuarta semana, los hombres (es decir, los pastores cuidando a sus rebaños). Mientras tanto el paisaje crece, se pueden contar las pequeñas narraciones, que por sí mismas en el curso de las cuatro semanas, progresan desde los elementos hacia los reinos de las plantas, de los animales y finalmente al hombre.

La idea de estos cuentos es leerlos entre la familia. También es recomendable usarlos en las escuelas como Calendario de Advierto, que de un cuento al otro, en diario aumento va guiando hacia la Navidad. Para los niños más pequeños se sugiere escoger alguno entre los siete cuentos de la respectiva semana, y repetir éste durante una semana a la hora de la celebración. También los niños pueden representarlo, formando un teatrillo dentro del paisaje.

Al nacer estos pequeños cuentos, surgió en mí la alegría en espera de la Navidad. Sin embargo, no sólo ha despertado ganas de contar fábulas, sino también el deseo de llevar a los niños hacia un hecho que es esperado por todo el mundo. Espero que así cada día más, despierte en ellos el sentido de que la luz de la Navidad esté aumentando, hasta que en la Noche Buena brille en todo su esplendor.

Georg Dreissig

 
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