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Imagen de la categoría  Cuento de Adviento 20 - La oveja que no quiso dejarse trasquilar
Jueves, 16. Diciembre 2021
 

Imagen: Natalya Yeshchenko

Imagen: Natalya Yeshchenko

 

La oveja que no quiso dejarse trasquilar 

 

“Blanca-Nieve” era la oveja más bella de todo el rebaño; su lana realmente brillaba más que la de sus compañeras.

Sin embargo, eso era lo único por lo que llamaba la atención.

En las mañanas, obedientemente salía con las demás a pastar, y en las noches regresaba igual al corral.

Mas cuando en primavera llegó la época de trasquilar, acabose la obediencia.

Mientras sus compañeras se dejaban pelar sin problema, Blanca Nieve siempre se escapaba con grandes brincos, cuando alguien trataba de quitarle su borrega; de ninguna manera quería entregar su blanca lana.

Finalmente, el pastor se cansó de corretear a la pequeña oveja y decidió:
Entonces que Blanca Nieve se quede con su lana caliente de invierno. Con tanta lana gruesa en el estío sentirá el calor.

Por cierto, cuando las demás ovejas, bien trasquiladas salieron a los campos, mientras su lana ya amarrada en grandes bultos, fue vendida en los mercados, Blanca Nieve seguía cargando su abrigo.

No fue nada fácil para ella cuando llegó el verano. Muchas veces sintió el calor, y buscaba un lugar sombreado para refrescarse.

El pastor hubiera querido ayudarle, liberándola de su lana.

Ni por ello, Blanca Nieve permitió que se le acercara con las tijeras.

Pues, ¿para quién quería guardar su lana?

Así llegó el invierno, que era el mismo cuando María y José trasnochaban en el corral.

Sin embargo, al día siguiente, Blanca Nieve había cambiado completamente de actitud: se acercó al pastor y con toda clase de señas trató de darle a entender que ahora, urgentemente quería ser trasquilada.

Eso no es posible, contestó el pastor cuando finalmente comprendió lo que la oveja quería.
Ahora en invierno, con este frío, es cuando más necesitas tu lana.

Mas Blanca Nieve no dejó de molestar e insistir; y cuando vio que no le hacían caso, se puso muy triste y dejó de comer; ya no volvió a tocar el pasto por más que se le rogaba.

Bueno, entonces se hará tu voluntad, suspiró el pastor, y cogió sus tijeras para cortar la lana.

Blanca Nieve se quedó muy quieta, como si antes no hubiera estado reacia, hasta que el último rizo había sido cortado.

Y para que la ovejita no tuviera que sentir demasiado frío, el pastor le buscó una vieja chaqueta y se la puso.

En cambio, la lana cortada quedó empacada en un bulto y la guardó para el próximo día de mercado, que todavía estaba muy lejano.

Sin embargo, al llegar el día de venta, el mismo pastor ya había obsequiado la lana al Niño Jesús, que había nacido en el establo de Belén.

Y por fin comprendió para quién había conservado su lana Blanca Nieve.

  

 


En las semanas antes de la Navidad, muchas familias acostumbran adornar un "rincón festivo", en el que poco a poco nace aquél paisaje en que María y San José con el burrito están en camino a Belén. En la primera semana de Adviento sólo se extienden en un tela de color café, piedras naturales, y las más bonitas de ellas forman el sendero para la Madre de Dios. En la segunda semana se añaden las plantas (musgo y piñitas o algunas macetas con palmitas); en la tercera semana los animales, en primer término los borregos pastando, y finalmente en la cuarta semana, los hombres (es decir, los pastores cuidando a sus rebaños). Mientras tanto el paisaje crece, se pueden contar las pequeñas narraciones, que por sí mismas en el curso de las cuatro semanas, progresan desde los elementos hacia los reinos de las plantas, de los animales y finalmente al hombre.

La idea de estos cuentos es leerlos entre la familia. También es recomendable usarlos en las escuelas como Calendario de Advierto, que de un cuento al otro, en diario aumento va guiando hacia la Navidad. Para los niños más pequeños se sugiere escoger alguno entre los siete cuentos de la respectiva semana, y repetir éste durante una semana a la hora de la celebración. También los niños pueden representarlo, formando un teatrillo dentro del paisaje.

Al nacer estos pequeños cuentos, surgió en mí la alegría en espera de la Navidad. Sin embargo, no sólo ha despertado ganas de contar fábulas, sino también el deseo de llevar a los niños hacia un hecho que es esperado por todo el mundo. Espero que así cada día más, despierte en ellos el sentido de que la luz de la Navidad esté aumentando, hasta que en la Noche Buena brille en todo su esplendor.

Georg Dreissig

 
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