//cdn.optipic.io/site-102395/component/jevents/eventodetalle/230/-WE_Logo.jpg

Calendario de eventos

Imagen de la categoría  Cuento de Adviento 19 - Pedro, el perro velador
Martes, 15. Diciembre 2020
 

Imagen: Natalya Yeshchenko

Imagen: Natalya Yeshchenko

 

Pedro, el perro velador

 

En su camino a Belén, sucedió que María y José habían buscado posada en vano, y ya se preparaban para pasar la noche bajo el cielo, cuando José en las tinieblas, de repente notó en la lejanía una pequeña choza oscura.

Al acercarse, se dio cuenta de que no era una morada humana, sino un corral de ovejas. Sin embargo, por lo menos ya contaban con un techo y un poco de calor.

¡Mas no habían contado con Pedro! Pedro era el perro velador.

Junto con el pastor, durante el día llevaba al rebaño hacia los pastos, mientras de noche lo cuidaba contra ladrones y animales feroces.

Al husmear que alguien se acercaba, se levantó, sacudiendo la cadena a la cual estaba atado; luego saltó hacia los viajeros y dejó oír su tenaz “Guau, guau”, lo que significaba: ¡Atención! Aquí cuido yo, no se me acerquen demasiado.

Al oír los ladridos furiosos del perro, José se encogió de hombros y se volteó para salir.

Qué le vamos a hacer, le dijo a María, con este velador es más difícil discutir que con gente de mal corazón.

También María había detenido sus pasos; y se podía escuchar en los ladridos de Pedro que estaba muy satisfecho consigo mismo, de haber impedido la entrada a la pareja.

Pero entonces María tomó la palabra: Ay José, hagamos el intento de entrar.
Las noches son tan frías que sin un techo no podremos dormir
, y tranquilamente se acercó al corral.

En ese momento, Pedro, enfurecido, ladro ferozmente y jaló su cadena, para saltar hacia la Virgen.

Sin embargo, antes de que José hubiera podido intervenir con su bastón, sucedió algo inesperado: como reaccionando a una orden inaudita, Pedro repentinamente dejó de ladrar, se quedó parado y miró a María, quien se le acercó.

Al instante empezó a menear la cola alegremente, brincoteando como una cabrita, saludó a María y se acostó de espaldas a sus pies. María se inclinó para acariciarle la barriga.

Sin embargo, cuando se acercó José, nuevamente se oyeron los gruñidos del perro; pero con las buenas palabras y caricias de la Virgen, rápidamente se tranquilizó.

Mira, dijo María, con qué fuerza ha jalado su cadena que se ha lastimado el cuello.

Entonces, suavemente María pasó sus manos sobre las heridas, y Pedro ni siquiera se movió al contacto.

Más tarde, también al perro le hubiera gustado entrar al corral, para poder estar muy cerca de María; sin embargo eso no se podía.

Por eso se acostó frente a la entrada, y su pequeño corazón latía alegremente al saber que esta noche, podía cuidar además de sus ovejas, también a la Virgen.

Temprano al otro día, llegó el pastor para sacar al rebaño, cuando se le presentó una increíble imagen: se abrió la puerta del corral del que salieron un hombre y una mujer, seguidos por un burrito.

Y Pedro, su feroz velador, los saludó meneando la cola y le lamió las manos a la mujer; mientras, las ovejas dentro del corral balaban como sólo suelen hacerlo cuando se les acerca alguien conocido.

El pastor permaneció durante un tiempo como en un sueño, y sólo volvió a la realidad cuando María y José desde hacía mucho ya habían seguido su camino.

¡Hey, Pedro! ¿Quiénes fueron tus huéspedes?, exclamó al perro.

¡Oh, si hubiera podido comprender el idioma de los perros! Seguramente Pedro le hubiera contado quienes fueron los que habían pasado la noche en el corral, y quién le había curado el cuello de sus feas heridas. Razón de más para asombrarse.

  

 


En las semanas antes de la Navidad, muchas familias acostumbran adornar un "rincón festivo", en el que poco a poco nace aquél paisaje en que María y San José con el burrito están en camino a Belén. En la primera semana de Adviento sólo se extienden en un tela de color café, piedras naturales, y las más bonitas de ellas forman el sendero para la Madre de Dios. En la segunda semana se añaden las plantas (musgo y piñitas o algunas macetas con palmitas); en la tercera semana los animales, en primer término los borregos pastando, y finalmente en la cuarta semana, los hombres (es decir, los pastores cuidando a sus rebaños). Mientras tanto el paisaje crece, se pueden contar las pequeñas narraciones, que por sí mismas en el curso de las cuatro semanas, progresan desde los elementos hacia los reinos de las plantas, de los animales y finalmente al hombre.

La idea de estos cuentos es leerlos entre la familia. También es recomendable usarlos en las escuelas como Calendario de Advierto, que de un cuento al otro, en diario aumento va guiando hacia la Navidad. Para los niños más pequeños se sugiere escoger alguno entre los siete cuentos de la respectiva semana, y repetir éste durante una semana a la hora de la celebración. También los niños pueden representarlo, formando un teatrillo dentro del paisaje.

Al nacer estos pequeños cuentos, surgió en mí la alegría en espera de la Navidad. Sin embargo, no sólo ha despertado ganas de contar fábulas, sino también el deseo de llevar a los niños hacia un hecho que es esperado por todo el mundo. Espero que así cada día más, despierte en ellos el sentido de que la luz de la Navidad esté aumentando, hasta que en la Noche Buena brille en todo su esplendor.

Georg Dreissig

 
Volver