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Imagen de la categoría  Cuento de Adviento 14 - El secreto de las rosas
Jueves, 10. Diciembre 2020
 

Imagen: Sophie R.

Imagen: Sophie R.

 

El secreto de las rosas

 

Qué gusto tenía la Virgen al ver que en el camino donde pasaron, de repente habían brotado rosas entre los secos rosales.
Se cortó un bonito ramo que desde entonces llevaba en sus brazos, debajo de su abrigo.
Para su asombro, las rosas quedaron frescas y no perdieron su dulce aroma.

Cuando estaban ya cerca de Jerusalén, se les acercaron tres soldados romanos que se portaban como “la divina garza”; desde lejos ya gritaron:
¡Hagan lugar a la legión romana!.

Al burrito, que inocentemente trotaba en medio de la calle, el más grosero de ellos le dio tal puntapié, que el pobre animal dio un reparo.

María y José se habían hecho a un lado, aunque había suficiente lugar para todos; pero no querían tener una pelea.
Sin embargo eso era exactamente lo que buscaba el burdo soldado.

Cuando vio a María humildemente abrigando sus rosas a un lado del camino, se le acercó riéndose irónicamente y gritó:
¡Hey palomita!... ¿qué escondes bajo tu abrigo? ¡Déjame ver si nos sirve!.

Apenas el soldado había estirado la mano para arrebatar lo que llevaba María, cuando en el mismo instante la retiró, renegando y maldiciendo: estaba llena de rasguños y sangrando.
¿Qué es lo que llevas ahí, mujer?, siseó entre los labios el soldado.

Entonces María abrió su abrigo y le mostró el ramo: ¡eran puras ramas espinosas!

Antes de que el soldado se recuperara de tal sorpresa, se le acercaron sus compañeros y uno de ellos dijo:
Déjala Varus, quién sabe qué dolor tendrá que sufrir esa mujer que trae espinas consigo.
Sin embargo, el primer soldado, que desde antes ya sintió lástima por haberse metido con esa pobre gente, silenciosamente siguió a sus compañeros.

En cambio, María miró asombrada las espinas punzantes en sus brazos.
¿Qué no eran antes rosas perfumadas que el rocío benigno de Dios había dejado florecer? ¿Y ahora, dónde están?.
José, quien notó su preocupación, puso suavemente el brazo en sus hombros y le dijo consolándola:
Tanto tiempo han florecido para ti María, ahora resígnate y tira esas ramas tan secas y espinosas.

Sin embargo, María movió la cabeza negando: Si conozco su secreto, ¿cómo puedo tirarlas?.
Y con cuidado, nuevamente colocó su abrigo encima de esas pobres ramitas, aunque ya no parecían necesitar de su protección.
Mas en su corazón sonaban las palabras de aquél soldado romano:
Quién sabe qué dolor tendrá que sufrir esa mujer abrigando un ramo de espinas”.

Que la gente piense lo que quiera, una vez habían brotado rosas de las espinas. ¿Por qué he de tirarlas ahora en su miseria?, dijo María.

De repente, llegó a su nariz aquél bello perfume que por tanto tiempo las rosas habían exhalado para ella.
Suavemente abrió un poco el abrigo para asomarse, dándose cuenta de que las ramas nuevamente florecieron en todo su esplendor.

Por cierto, estas rosas se conservaron hasta que María dio a luz al Niño Jesús en el establo de Belén.

  

 


En las semanas antes de la Navidad, muchas familias acostumbran adornar un "rincón festivo", en el que poco a poco nace aquél paisaje en que María y San José con el burrito están en camino a Belén. En la primera semana de Adviento sólo se extienden en un tela de color café, piedras naturales, y las más bonitas de ellas forman el sendero para la Madre de Dios. En la segunda semana se añaden las plantas (musgo y piñitas o algunas macetas con palmitas); en la tercera semana los animales, en primer término los borregos pastando, y finalmente en la cuarta semana, los hombres (es decir, los pastores cuidando a sus rebaños). Mientras tanto el paisaje crece, se pueden contar las pequeñas narraciones, que por sí mismas en el curso de las cuatro semanas, progresan desde los elementos hacia los reinos de las plantas, de los animales y finalmente al hombre.

La idea de estos cuentos es leerlos entre la familia. También es recomendable usarlos en las escuelas como Calendario de Advierto, que de un cuento al otro, en diario aumento va guiando hacia la Navidad. Para los niños más pequeños se sugiere escoger alguno entre los siete cuentos de la respectiva semana, y repetir éste durante una semana a la hora de la celebración. También los niños pueden representarlo, formando un teatrillo dentro del paisaje.

Al nacer estos pequeños cuentos, surgió en mí la alegría en espera de la Navidad. Sin embargo, no sólo ha despertado ganas de contar fábulas, sino también el deseo de llevar a los niños hacia un hecho que es esperado por todo el mundo. Espero que así cada día más, despierte en ellos el sentido de que la luz de la Navidad esté aumentando, hasta que en la Noche Buena brille en todo su esplendor.

Georg Dreissig

 
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