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Imagen de la categoría  Cuento de Adviento 10 - En el bosque de espinas
Domingo, 6. Diciembre 2020
 

Imagen: Natalya Yeshchenko

Imagen: Natalya Yeshchenko

 

En el bosque de espinas

 

En su camino a Belén, María y José tuvieron que atravesar un bosque.

Desde el suelo, se elevaban leñosos y secos troncos; entre ellos numerosos arbustos nudosos y duros, carentes de hojas y cubiertos por innumerables espinas picudas, algunas de las cuales se extendían y salían al encuentro de los caminantes, desgarrándoles la ropa.

Al burrito, que no podía encogerse en lugares tan estrechos como los hombres, le había ido muy mal: las puntiagudas espinas lastimaban cada vez más su pobre piel, hasta que llegó el momento en que ya no quiso dar un paso más. Ningún regaño ni ruego podía moverlo.

Se detuvo como si tuviese raíces y desoladamente empezó un Hiaaa, Hiaaa..., cuando José lo quiso poner en marcha con su bastón.

Entonces José empezó a renegar contra las malditas espinas, las cuales le impedían seguir su camino.

Sin embargo María, la buena Virgen, lo calmó y con la mano en su hombro le dijo:
Querido José, no regañes tanto a los pobres arbustos secos y espinosos.
Ellos no tienen la culpa; no pueden más que producir espinas en esta región tan seca.
Si tuvieran suficiente agua, seguramente serían capaces de dejar brotar rosas perfumadas para nosotros y nuestro hijo.

Luego, María levantó su mirada al cielo y rogó:
Querido Dios, deja caer tu bondad en forma de rocío vital para que estos arbustos espinosos se puedan transformar en lo que deseen.

Apenas María había terminado su oración, cuando comenzó a regar un roció sobre los arbustos. Llenos de alegría chuparon el agua, y en ese momento todas las espinas se cayeron. Más en su lugar brotaron y florecieron las rosas más lindas que se puedan imaginar. Como si compitieran para ver cuál tendría los colores más brillantes y el mejor perfume, así que fue una maravilla observarlas.

María y José dieron las gracias por este milagro; y el burrito, contento estiró la nariz hacia el aire tan aromático y alegremente siguió trotando adelante, hacia Belén.

  

 


En las semanas antes de la Navidad, muchas familias acostumbran adornar un "rincón festivo", en el que poco a poco nace aquél paisaje en que María y San José con el burrito están en camino a Belén. En la primera semana de Adviento sólo se extienden en un tela de color café, piedras naturales, y las más bonitas de ellas forman el sendero para la Madre de Dios. En la segunda semana se añaden las plantas (musgo y piñitas o algunas macetas con palmitas); en la tercera semana los animales, en primer término los borregos pastando, y finalmente en la cuarta semana, los hombres (es decir, los pastores cuidando a sus rebaños). Mientras tanto el paisaje crece, se pueden contar las pequeñas narraciones, que por sí mismas en el curso de las cuatro semanas, progresan desde los elementos hacia los reinos de las plantas, de los animales y finalmente al hombre.

La idea de estos cuentos es leerlos entre la familia. También es recomendable usarlos en las escuelas como Calendario de Advierto, que de un cuento al otro, en diario aumento va guiando hacia la Navidad. Para los niños más pequeños se sugiere escoger alguno entre los siete cuentos de la respectiva semana, y repetir éste durante una semana a la hora de la celebración. También los niños pueden representarlo, formando un teatrillo dentro del paisaje.

Al nacer estos pequeños cuentos, surgió en mí la alegría en espera de la Navidad. Sin embargo, no sólo ha despertado ganas de contar fábulas, sino también el deseo de llevar a los niños hacia un hecho que es esperado por todo el mundo. Espero que así cada día más, despierte en ellos el sentido de que la luz de la Navidad esté aumentando, hasta que en la Noche Buena brille en todo su esplendor.

Georg Dreissig

 
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