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Imagen de la categoría  Cuento de Adviento 06 - La aguja de plata lunar y el hilo de oro estelar
Jueves, 2. Diciembre 2021
 

Imagen: Natalya Yeshchenko

Imagen: Natalya Yeshchenko

 

La aguja de plata lunar y el hilo de oro estelar

 

Lleno de tímido respeto, José contemplaba a su querida esposa, bajo cuyo corazón estaba creciendo el Niño Jesús; y José hacía todo lo posible para facilitar y embellecerle la vida a María.

Sin embargo, José era pobre; no le podía comprar ropa ni joyas, como los ricos acostumbran obsequiar a sus esposas. A veces eso le pesaba mucho, aunque la Virgen nunca se quejaba de no tener nada para adornarse.

Ahora estaban en el camino a Belén, y cada día dolorosamente tenían que experimentar las amarguras de la pobreza: cuando sufrían hambre porque no podían comprar comida, y la gente no les quería regalar nada; o cuando tenían que pasar la noche al aire libre porque todas las puertas se les cerraban.

Es la madre de Jesús, murmuraba José una que otra vez consigo mismo, Y tú la dejas andar como una mendiga.

Diariamente reflexionaba sobre qué vender para poder comprarle algo que le agradara y le diera gusto. Sin embargo, no poseía nada de lo que pudiera prescindir, excepto su bastón. ¿Pero quién le compraría algo, que él mismo había cortado en el bosque?

Una vez, cuando nuevamente tenían que pasar la noche al aire libre, José tuvo un sueño: vio a un hombre que le sacudía el hombro para despertarlo.

Por su ropaje José se dio cuenta de que era muy rico; y a pesar de ello el hombre no lo miró con desprecio, sino amablemente; y cuando José le preguntó en qué le podría servir, el extranjero replicó:
He oído que quieres vender tu bastón, me gustaría comprarlo.

Asombrado, José se inclinó para levantar su bastón y en ese momento notó que éste ya no era de madera, sino que estaba labrado artísticamente en oro y plata.

Se lo entregó al hombre, y éste dijo:
Aquí está el pago.
Con estas palabras levantó la mano derecha y en el mismo momento el Cielo comenzó a sonar y las estrellas enviaron finísimos hilos dorados hacia la tierra.

El hombre los recogió y los enredó en el bastón, formando una densa madeja. Luego levantó la mano izquierda, y he aquí: el barquillo plateado de la luna se deslizó en su mano transformándose en una aguja de plata.

Ahora el extranjero quitó la madeja de oro del bastón y junto con la aguja la entregó a José, que todavía estaba perplejo.

Toma esto como pago, dijo el hombre, y desapareció.

José admiró la madeja y la aguja en sus manos y no sabía qué hacer con ellas, cuando de repente se empezaron a mover: el hilo dorado se ensartó solo en la plateada aguja, y ésta por sí misma, comenzó a coser. Bordó brillantes estrellas sobre el manto azul de María, hasta que el último hilo se había terminado y el manto parecía una imagen del cielo.

Habiendo terminado su trabajo, la aguja se elevó hacia las estrellas y se convirtió nuevamente en el barquillo lunar.

Al otro día José despertó alegremente, pensando: ¡Qué sueño tan lindo he tenido!.

A su lado vio su bastón de madera que en el sueño se había transformado tan milagrosamente. No cabe duda, sigue siendo el mismo bastón.

Pero cuando su mirada cayó sobre el manto azul de María, su corazón dio un brinco de alegría: En la desgastada tela estaban bordadas brillantes estrellas.

Con sencillez María dijo: Ahora el manto es demasiado rico para mí.

Así sucedió que María, a pesar de la pobreza de José, pudo vestirse con un manto estrellado.

 

 


En las semanas antes de la Navidad, muchas familias acostumbran adornar un "rincón festivo", en el que poco a poco nace aquél paisaje en que María y San José con el burrito están en camino a Belén. En la primera semana de Adviento sólo se extienden en un tela de color café, piedras naturales, y las más bonitas de ellas forman el sendero para la Madre de Dios. En la segunda semana se añaden las plantas (musgo y piñitas o algunas macetas con palmitas); en la tercera semana los animales, en primer término los borregos pastando, y finalmente en la cuarta semana, los hombres (es decir, los pastores cuidando a sus rebaños). Mientras tanto el paisaje crece, se pueden contar las pequeñas narraciones, que por sí mismas en el curso de las cuatro semanas, progresan desde los elementos hacia los reinos de las plantas, de los animales y finalmente al hombre.

La idea de estos cuentos es leerlos entre la familia. También es recomendable usarlos en las escuelas como Calendario de Advierto, que de un cuento al otro, en diario aumento va guiando hacia la Navidad. Para los niños más pequeños se sugiere escoger alguno entre los siete cuentos de la respectiva semana, y repetir éste durante una semana a la hora de la celebración. También los niños pueden representarlo, formando un teatrillo dentro del paisaje.

Al nacer estos pequeños cuentos, surgió en mí la alegría en espera de la Navidad. Sin embargo, no sólo ha despertado ganas de contar fábulas, sino también el deseo de llevar a los niños hacia un hecho que es esperado por todo el mundo. Espero que así cada día más, despierte en ellos el sentido de que la luz de la Navidad esté aumentando, hasta que en la Noche Buena brille en todo su esplendor.

Georg Dreissig

 
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