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Imagen de la categoría  Cuento de Adviento 05 - Lo que el viento cantó a María
Miércoles, 1. Diciembre 2021
 

Imagen: Natalya Yeshchenko

Imagen: Natalya Yeshchenko

 

Lo que el viento cantó a María

 

Para María el camino hacia lo desconocido no fue nada fácil.

Pocas veces había salido de Nazaret y nunca había tenido que pedir posada o pernoctar al lado del camino.

De día, cuando el sol dulcemente iluminaba el mundo y ellos se daban prisa para llegar a tiempo a Belén, no fue tan pesado.

Pero cuando se acostaban de noche, María notaba de repente que se le acongojaba el corazón y la nostalgia le hacía un nudo en la garganta.

En la oscuridad pensaba en Nazaret, en su casita con el jardín lleno de rosas y en el aromático jazmín bajo su ventana.

Recordaba el sonido que el viento hacía cuando pasaba entre las hojas de los árboles y arbustos, o cuando pululaba entre el campo de trigo.

Pues sí, el viento era su mejor amigo.

Cuando abría la ventana en las mañanas y el viento soplaba hasta dentro de su habitación, entonces ella sabía antes de mirar al cielo, cómo sería el día.

Lo reconocía por su dulce susurro o por su soplar violento, por la fragancia o la humedad que traía consigo.

En cambio, el viento que soplaba aquí en el camino a Belén, era otro; era frío, extraño e invernal, y por eso la pobre María se sentía más abandonada.

Pero en verdad: el viento sopla donde quiere. Por eso también revoloteaba alrededor de María y notó su tristeza.

¿Qué podía hacer para consolarla?

Mucho tiempo se quedó silencioso y reflexivo.

Pensándolo bien, estaban en invierno y era su obligación soplar heladamente entre las grietas y ranuras, y chiflar y bramar por las esquinas.

Por otro lado, veía a la Virgen tan desolada y desamparada.

Entonces, de repente el viento cambió su melodía y empezó a cantar sobre la primavera en Nazaret, sobre los retoños y las semillas germinantes, de los capullos en flor y del zumbido de las abejas. Tan dulce y tan tierna era su canción primaveral, que a María se le regocijó el corazón y tranquilamente se durmió.

¡Qué bondadoso viento! No puede dejar de preocuparse por María, la querida madre.

Por eso, ustedes no se sorprendan si repentinamente sienten más calor antes de la Navidad, y nos hace pensar que ya ha pasado el invierno.

Eso se debe precisamente al viento, que se pone a cantar su canción primaveral, para que María en la lejanía no se sienta tan sola y desamparada.

 

 


En las semanas antes de la Navidad, muchas familias acostumbran adornar un "rincón festivo", en el que poco a poco nace aquél paisaje en que María y San José con el burrito están en camino a Belén. En la primera semana de Adviento sólo se extienden en un tela de color café, piedras naturales, y las más bonitas de ellas forman el sendero para la Madre de Dios. En la segunda semana se añaden las plantas (musgo y piñitas o algunas macetas con palmitas); en la tercera semana los animales, en primer término los borregos pastando, y finalmente en la cuarta semana, los hombres (es decir, los pastores cuidando a sus rebaños). Mientras tanto el paisaje crece, se pueden contar las pequeñas narraciones, que por sí mismas en el curso de las cuatro semanas, progresan desde los elementos hacia los reinos de las plantas, de los animales y finalmente al hombre.

La idea de estos cuentos es leerlos entre la familia. También es recomendable usarlos en las escuelas como Calendario de Advierto, que de un cuento al otro, en diario aumento va guiando hacia la Navidad. Para los niños más pequeños se sugiere escoger alguno entre los siete cuentos de la respectiva semana, y repetir éste durante una semana a la hora de la celebración. También los niños pueden representarlo, formando un teatrillo dentro del paisaje.

Al nacer estos pequeños cuentos, surgió en mí la alegría en espera de la Navidad. Sin embargo, no sólo ha despertado ganas de contar fábulas, sino también el deseo de llevar a los niños hacia un hecho que es esperado por todo el mundo. Espero que así cada día más, despierte en ellos el sentido de que la luz de la Navidad esté aumentando, hasta que en la Noche Buena brille en todo su esplendor.

Georg Dreissig

 
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