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Imagen de la categoría  Cuento de Adviento 02 - El secreto de la gran roca
Domingo, 28. Noviembre 2021
 

Imagen: Irmgard Rawn

Imagen: Irmgard Rawn

 

El secreto de la gran roca

 

Un día, María y José en su camino a Belén, se encontraron frente a una gigantesca roca que estaba en medio del camino y obligaba a los caminantes desviarse al lado derecho o al izquierdo entre las hierbas, o trepar por encima de la roca.

El hecho de encontrarse allí se debía a una razón especial: cuando el camino fue construido, siete hombres con todas sus fuerzas la empujaron hacia un lado.

Sin embargo, al regresar a su trabajo al día siguiente, la gran roca nuevamente se encontraba en el lugar anterior, como si nunca se hubiese movido.

Con refunfuños y regaños los fuertes hombres por segunda vez la retiraron del camino; sin embargo, al siguiente día la encontraron nuevamente en su lugar.

Por tercera vez la quitaron y cuando al día siguiente llegaron, la volvieron encontrar en su lugar, como si nunca se hubiese movido de allí.

Extrañados, los hombres ya no maldijeron más, sino que se miraron y se preguntaron qué significaba esto.

Como no hubo contestación a su pregunta, fueron a buscar a un ermitaño que vivía en el bosque, y le contaron de la roca que siempre misteriosamente regresaba a su lugar.

El ermitaño les escucho atentamente y con una mirada comprensiva les dijo:
Aquél que va a quitar del paso la roca, aún no ha aparecido.
Dejen la piedra en su lugar y permitan que la retire aquél predestinado para hacerlo.

Los hombres fuertes siguieron su consejo y así dejaron la piedra, a pesar de las muchas quejas de los viajantes.

También María y José se detuvieron enfrente de la roca. Desde luego José no la podía mover, ni siquiera con la ayuda de su burrito.

Mientras esperaban pensativos, José casualmente tocó la roca con su bastón. Sólo fue un golpe muy suave sin intención alguna; cuando apenas el bastón había tocado la gran roca, ésta se partió en dos partes, y las dos mitades cayeron cada una a un lado del camino.

Ahora se podía ver que la enorme roca en su interior estaba llena de cristales, los cuales brillaban de una manera maravillosa con la luz del sol.

Poco tiempo después el ermitaño pasó por este camino. Al ver la roca partida y llena de brillantes cristales, sus ojos se iluminaron:
Aquél que fue predestinado a quitar del paso esta roca ha aparecido, se dijo a sí mismo, y la alegría y la esperanza llenaron su corazón.

 


En las semanas antes de la Navidad, muchas familias acostumbran adornar un "rincón festivo", en el que poco a poco nace aquél paisaje en que María y San José con el burrito están en camino a Belén. En la primera semana de Adviento sólo se extienden en un tela de color café, piedras naturales, y las más bonitas de ellas forman el sendero para la Madre de Dios. En la segunda semana se añaden las plantas (musgo y piñitas o algunas macetas con palmitas); en la tercera semana los animales, en primer término los borregos pastando, y finalmente en la cuarta semana, los hombres (es decir, los pastores cuidando a sus rebaños). Mientras tanto el paisaje crece, se pueden contar las pequeñas narraciones, que por sí mismas en el curso de las cuatro semanas, progresan desde los elementos hacia los reinos de las plantas, de los animales y finalmente al hombre.

La idea de estos cuentos es leerlos entre la familia. También es recomendable usarlos en las escuelas como Calendario de Advierto, que de un cuento al otro, en diario aumento va guiando hacia la Navidad. Para los niños más pequeños se sugiere escoger alguno entre los siete cuentos de la respectiva semana, y repetir éste durante una semana a la hora de la celebración. También los niños pueden representarlo, formando un teatrillo dentro del paisaje.

Al nacer estos pequeños cuentos, surgió en mí la alegría en espera de la Navidad. Sin embargo, no sólo ha despertado ganas de contar fábulas, sino también el deseo de llevar a los niños hacia un hecho que es esperado por todo el mundo. Espero que así cada día más, despierte en ellos el sentido de que la luz de la Navidad esté aumentando, hasta que en la Noche Buena brille en todo su esplendor.

Georg Dreissig

 
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