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Imagen de la categoría  Cuento de Adviento 16 - Lo que la araña hizo para María
Jueves, 12. Diciembre 2019
 

Imagen: Natalya Yeshchenko

Imagen: Natalya Yeshchenko

 

Lo que la araña hizo para María 

 

Una noche, María y José se habían alojado en una cueva.

Poco antes de entrar había pasado una araña, y José al verla, rápido intentó correrla con su bastón; pero María le dijo amablemente:
Oh, José deja este buen animalito, yo no les tengo miedo a las criaturas de Dios, y además aquí hay espacio para todos.
Poco después se habían acostado para descansar.

Sucedió que en aquella noche, soplaba un fuerte viento que quería rápidamente, antes de que naciera el Niño Jesús, limpiar y pulir las estrellas en el cielo para que brillaran bellas y doradas en la Navidad.

El viento ni se detuvo ante la cueva; entró silbando y su frío caló tan profundamente a la Virgen, que no podía cerrar los ojos, por más que se cubría con su abrigo azul.

José, a su lado, ya desde cuando había caído en un profundo sueño y no se enteró de los sufrimientos de María.

Sin embargo, había alguien que sí se dio cuenta de lo que sentía María: la pequeña araña.

Desde el principio había sentido algo especial por María en su pequeño corazón, porque antes había hablado muy amablemente de ella.

Rápidamente se puso a trabajar y tejió en la entrada una maravillosa red, lo más cerrada posible.

Quizá ustedes piensan que una telaraña no puede detener al viento; pero ésta, aunque era tan fina, tenía el efecto de una cortina gruesa y pesada, capaz de quebrar la fuerza del viento.

Así, por fin María pudo dormir tranquilamente.

Cuando en la mañana descubrió la fina telaraña enfrente de la rentrada de la cueva, reconoció quien la había ayudado, y le dio las gracias de todo corazón al pequeño animalito; el cual, orgullosamente estaba escondido en una grieta entre las rocas.

  

 


En las semanas antes de la Navidad, muchas familias acostumbran adornar un "rincón festivo", en el que poco a poco nace aquél paisaje en que María y San José con el burrito están en camino a Belén. En la primera semana de Adviento sólo se extienden en un tela de color café, piedras naturales, y las más bonitas de ellas forman el sendero para la Madre de Dios. En la segunda semana se añaden las plantas (musgo y piñitas o algunas macetas con palmitas); en la tercera semana los animales, en primer término los borregos pastando, y finalmente en la cuarta semana, los hombres (es decir, los pastores cuidando a sus rebaños). Mientras tanto el paisaje crece, se pueden contar las pequeñas narraciones, que por sí mismas en el curso de las cuatro semanas, progresan desde los elementos hacia los reinos de las plantas, de los animales y finalmente al hombre.

La idea de estos cuentos es leerlos entre la familia. También es recomendable usarlos en las escuelas como Calendario de Advierto, que de un cuento al otro, en diario aumento va guiando hacia la Navidad. Para los niños más pequeños se sugiere escoger alguno entre los siete cuentos de la respectiva semana, y repetir éste durante una semana a la hora de la celebración. También los niños pueden representarlo, formando un teatrillo dentro del paisaje.

Al nacer estos pequeños cuentos, surgió en mí la alegría en espera de la Navidad. Sin embargo, no sólo ha despertado ganas de contar fábulas, sino también el deseo de llevar a los niños hacia un hecho que es esperado por todo el mundo. Espero que así cada día más, despierte en ellos el sentido de que la luz de la Navidad esté aumentando, hasta que en la Noche Buena brille en todo su esplendor.

Georg Dreissig

 
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